Vídeo: Encuentran las grabaciones perdidas de Paco y Pepe de Lucía de cuando aún eran niños
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Fuente: Diario ABC
El guitarrista y su hermano, el cantaor Pepe de Lucía, registraron sus primeros temas en 1959, cuando tenían 11 y 13 años, que han estado perdidos durante más de sesenta años en una caja de membrillo… hasta ahora.
«Por desgracia, Paco ya no está aquí para escucharlo», lamenta Pepe de Lucía (Algeciras, 1945). Tras unos segundos de silencio, el cantaor reacciona y reconoce la sorpresa que se llevó con el hallazgo hace un par de años: «Cuando encontré las grabaciones y escuché de nuevo mi voz y su guitarra, doy fe de que no me creía que pudiéramos ser nosotros. Me resultaba imposible que un niño tan pequeño pudiera cantar todos esos palos y afinar así. Y la misma sensación tuve con Paco… ¡Con su edad nadie podía tocar la guitarra de esa manera! ¡El zapateado era perfecto!».
La historia de las primeras grabaciones de Paco de Lucía con Pepe, perdidas desde hace más de seis décadas, comienza en 1959, en Algeciras, cuando los hermanos tenían 11 y 13 años respectivamente. Cuando ABC Cultural acude a los estudios Musigrama de Madrid a escucharlas por primera vez, tras un laborioso proceso de restauración que ha durado dos años, la hija del primer matrimonio del guitarrista, Lucía Sánchez, no duda en calificarlas la «piedra Rosetta del flamenco».
Los dos primeros adelantos, ‘Bulería Niño Ricardo‘ y ‘Me falta la resistencia‘, fueron presentados esta semana en Nueva York, durante el festival Paco de Lucía Legacy, celebrado con motivo del décimo aniversario de la muerte del guitarrista, que tuvo el broche de oro con un gran concierto en el Carnegie Hall.
La grabación
La historia de cómo se grabaron las cintas y dónde estuvieron durante estas seis décadas es digna de contar, por su innegable valor histórico para el flamenco. Según Doria, que ha supervisado todo el proceso de restauración junto a Pepe de Lucía, la primera sesión se hizo en 1959 con un viejo magnetófono casero Grundig TK 46, en la misma casa familiar de la calle Barcelona.
«Lo grabamos nosotros. No había ningún productor profesional ni nada de eso. Solo mi padre y su gran amigo Reyes Benítez, que era como nuestro segundo padre, la persona que le compró a Paco su primera guitarra, una Domingo Esteso. Mi padre nos arregló, como siempre, porque sabía que, a veces, pasaba gente a vernos tocar», recuerda Pepe de Lucía.
Su padre era Antonio Sánchez Pecino, un guitarrista que se ganaba algunas perras tocando en fiestas de señoritos para completar sus ingresos como vendedor de telas. De flamenco sabía una burrada, claro, y como no quedó satisfecho con el ruido, desestimó aquel primer intento. Se trasladaron después a la fábrica de corcho de Benítez y repitieron en varias sesiones celebradas entre finales de 1959 y principios de 1960, que son las que se publican ahora.
El rescate
Durante la entrevista con Pepe de Lucía, a través de un mensaje de móvil, Quique Benítez le cuenta al cantaor que las cintas se quedaron en casa de su padre cuando los Sánchez se fueron a vivir a Madrid. Al parecer, olvidadas en una antigua caja de membrillo. Como otros españoles, la familia Benítez se mudó después a Alemania en busca de porvenir y, al regresar en 1968, Quique las buscó y las guardó. «Al casarme en 1975 –continúa–, me las llevé a mí casa y las tuve hasta 2009, que fue cuando me las pidió mi padre y se las dió a mi hermano [también llamado] Pepe. Luego, a fuerza de tú insistirle, mi hermano te dió lo que tú recuperaste».
Esta hora y media de música fue registrada, por lo tanto, en la Bajadilla, el humilde barrio de Algeciras donde, según la reciente biografía de Paco de Lucía escrita por César Suárez, «muchas casas no tenían luz eléctrica» y donde los «payos y gitanos vivían sin el menor problema de convivencia».
La primera vez
Lo más curioso es que Paquito había cogido la guitarra por primera vez solo cinco años antes, un día en que su padre le daba una clase a su otro hijo Antonio. El futuro autor de ‘Entre dos aguas’ observaba como su hermano se equivocaba una y otra vez, mientras se quejaba de que le dolían los dedos. Él, en cambio, veía aquello tan sencillo que no podía creer que no lo tocara, y soltó:
—¡Pero si es muy fácil, Antonio!
—¿Que es fácil? ¡Anda ya, pues hazlo tú!
En ese momento, Paquito tomó el instrumento, colocó las manos y comenzó a tocar como si ya lo hubiera hecho antes. Sin haber tocado nunca, ya sabía el lenguaje y los ritmos del flamenco, incluso los más complejos, pues estaba acostumbrado a ver la guitarra rondando por la casa en manos de su padre y su hermano mayor, el también guitarrista Ramón de Algeciras. Hasta ese momento, su progenitor no le había dejado. Pensaba que era muy pequeño para iniciarse en el plan que había trazado para convertir a sus hijos en músicos profesionales y que pudieran ayudar a la economía del hogar.
Ese día, sin embargo, a su padre le cambió la cara, miró a su hijo Antonio, volvió a mirar a Paco y dijo: «Antonio, levántate. Paquito, siéntate tú y sigue tocando». Desde entonces, días después de que se hubiera atrevido también a decirle a su progenitor que una falseta por soleá que estaba interpretando iba fuera de compás, Sánchez Pecino se propuso hacer de su hijo menor un número uno de la guitarra flamenca. El plan pasó a una nueva fase y aquella primera grabación con su hermano Pepe como cantaor, cinco años después, era la primera piedra del castillo.
El estudio
Paquito empezó a practicar unas ocho horas diarias mientras el resto de niños jugaban a la pelota. Él prefería quedarse en casa aprendiéndose las falsetas de Niño Ricardo, su gran ídolo, que en ese primer registro ya arregló a su antojo, dando los primeros pasos hacia la revolución que protagonizó después. En la ortodoxia que reinaba, aquello era un sacrilegio y recibió las primeras broncas de su hermano Ramón.
«Hay una bulería en la que Paco coge las falsetas de Niño Ricardo, las desmonta y las monta a su gusto, como si fuera ya un concertista, en una especie de recorrido por toda la carrera del maestro. Son tres minutos seguidos antes de que entre la voz de Pepe. Estamos ante la primera muestra del genio», asegura el director de BMG, que destaca también la figura de Jesús Bola, el ingeniero de sonido encargado de la restauración y mezcla. El mismo que antaño trabajó con Paco de Lucía y Camarón y que hizo los arreglos de cuerda en algunos temas de ‘El mal querer’, de Rosalía, y la adaptación de ‘Se nos rompió el amor’ que la estrella interpretó en la ceremonia de los Grammy en Sevilla el año pasado.
«Es una grabación espontánea, en la que los niños están jugando y se escuchan los jaleos de Antonio, algo único, porque el padre nunca fue de elogios. Eso es lo más bonito, que se permiten cosas que, cuando empezaron a publicar discos, nunca repitieron», añade Doria. «Es verdad, es de las pocas grabaciones en las que se puede escuchar a mi abuelo. No le gustaba hablar en público y, menos, expresar sus emociones. Tenía un lema según el cual lo bueno se da por hecho y lo malo se critica. Por eso los ‘oles’ a mi padre son valiosísimos», concluye Lucía Sánchez.